miércoles, 31 de enero de 2007

Llena la mente de libros, vacia la cartera de dineros.


Sería díficil dejar esta ciudad por otra, quiza muy deseable en ciertos días, pero igual así muy difícil. Y más difícil es explicar a los que no han vivido aqui, por qué este lugar esta tan lleno de cosas que suscitan experiencias más que improbables en otros sitios. Lo primero que hay que declarar es, que si bien las ciudades ciudades son, esa serie de experiencias únicas, que hacen a la Ciudad de México distinta a todas las demás, tiene que ser algo verdaderamente fabuloso, algo sensacional. Lo primero que yo extrañaría serían los mercados, después algunas calles que también son mercados. Y lo que extrañaría de estos lugares es la manera en que se da la comunicación en ellos, seguramente existen otros lugares parecidos en este sentido a la ciudad de México, Bangladesh, por ejemplo; pero no, no pueden los mercados orientales tener el mismo menú, el mismo sonido, la misma gama iridiscente. No hablo solo de la cantidad, ni de la variedad de formas que llenan los sentidos de estimulos; hablo del ambiente, y de aquello que se comprate entre sonrisas, bromas, dobles y triples sentidos: las palabras. Las conversaciones que se oyen en los lugares del comercio popular son algunos de los mejores diálogos filosóficos que conozco, imposible transcribirlos; y aunque tal vez sirva para probar que en ningun lugar se ven tantas naranjas juntas, o tantos jitomates, dudo que un registro audiovsual pudiera captar una décima parte de la sabiduría que algunas veces brota en aquellos tratos financieros. Quizá exagero, tal vez allá en Cantón, o en Singapur, o en otros tantos lugares se de el mismo fenómeno que me lleva a decir: El comercio es cultura. Seria una gran fortuna comprobarlo. - Asiayavamos.- Me dijo un wei que vendía pilas recargables.

martes, 30 de enero de 2007

El año de Bond, James Bond.


Asi pues... de todo lo visto hasta ahora, me falta la cafetera italiana, la hija del sultán exiliado, y el microdipositivo satelital. En cambio ya tengo el traje, la corbata, algunas canas y algunos gadgets. Esta mision será, como toda misión que se respete, accesible a todo publico.

Palabras e imágenes ya no dependerán para circular de la pulpa vegetal, ni de la imprenta. Pixeles, en cambio, harán las veces del nitrato de plata y la tinta china. Es complicado especialmente por el supuesto contacto corporal con que la tecnica hacia de cada oficio un arte humano. Pero no es sólo la prisa, tampoco la ecología ni el presupuesto, es todo eso y la ilusión de hacer posible algo que los medios masivos del siglo pasado no habian conseguido del todo: interactividad, o lo que es lo mismo, intersubjetividad, es decir, comunicación práctica, diálogo directo, etc.. Quizá en un futuro próximo no será tan común una estética ajena a la informática. La vida cultural, así lo veo yo, depende de que esta herrmienta sirva como instrumento para incorporar nuevamente a las costrumbres cotiadianas todo aquello que la falsa modernidad ha venido destruyendo, ignorándolo o simplemente suprimiéndolo del espacio común. Los marginados, claro, los perifericos, aha, los pobres weyes sin un clavo para comer ni donde caer muertos, no verán aqui el fin de su pena. Soy otro prángana más sin mucho lugar donde caer; a pesar del traje y la corbata, que si vendiera obtendría menos de lo que gano por traer encima. Lo único que cambió es el formato. Habrá que seguir comprobando hasta que punto de ésto dependen memoria, cotidianeidad y fantasía.