Llena la mente de libros, vacia la cartera de dineros.
Sería díficil dejar esta ciudad por otra, quiza muy deseable en ciertos días, pero igual así muy difícil. Y más difícil es explicar a los que no han vivido aqui, por qué este lugar esta tan lleno de cosas que suscitan experiencias más que improbables en otros sitios. Lo primero que hay que declarar es, que si bien las ciudades ciudades son, esa serie de experiencias únicas, que hacen a la Ciudad de México distinta a todas las demás, tiene que ser algo verdaderamente fabuloso, algo sensacional. Lo primero que yo extrañaría serían los mercados, después algunas calles que también son mercados. Y lo que extrañaría de estos lugares es la manera en que se da la comunicación en ellos, seguramente existen otros lugares parecidos en este sentido a la ciudad de México, Bangladesh, por ejemplo; pero no, no pueden los mercados orientales tener el mismo menú, el mismo sonido, la misma gama iridiscente. No hablo solo de la cantidad, ni de la variedad de formas que llenan los sentidos de estimulos; hablo del ambiente, y de aquello que se comprate entre sonrisas, bromas, dobles y triples sentidos: las palabras. Las conversaciones que se oyen en los lugares del comercio popular son algunos de los mejores diálogos filosóficos que conozco, imposible transcribirlos; y aunque tal vez sirva para probar que en ningun lugar se ven tantas naranjas juntas, o tantos jitomates, dudo que un registro audiovsual pudiera captar una décima parte de la sabiduría que algunas veces brota en aquellos tratos financieros. Quizá exagero, tal vez allá en Cantón, o en Singapur, o en otros tantos lugares se de el mismo fenómeno que me lleva a decir: El comercio es cultura. Seria una gran fortuna comprobarlo. - Asiayavamos.- Me dijo un wei que vendía pilas recargables.