martes, 30 de enero de 2007

El año de Bond, James Bond.


Asi pues... de todo lo visto hasta ahora, me falta la cafetera italiana, la hija del sultán exiliado, y el microdipositivo satelital. En cambio ya tengo el traje, la corbata, algunas canas y algunos gadgets. Esta mision será, como toda misión que se respete, accesible a todo publico.

Palabras e imágenes ya no dependerán para circular de la pulpa vegetal, ni de la imprenta. Pixeles, en cambio, harán las veces del nitrato de plata y la tinta china. Es complicado especialmente por el supuesto contacto corporal con que la tecnica hacia de cada oficio un arte humano. Pero no es sólo la prisa, tampoco la ecología ni el presupuesto, es todo eso y la ilusión de hacer posible algo que los medios masivos del siglo pasado no habian conseguido del todo: interactividad, o lo que es lo mismo, intersubjetividad, es decir, comunicación práctica, diálogo directo, etc.. Quizá en un futuro próximo no será tan común una estética ajena a la informática. La vida cultural, así lo veo yo, depende de que esta herrmienta sirva como instrumento para incorporar nuevamente a las costrumbres cotiadianas todo aquello que la falsa modernidad ha venido destruyendo, ignorándolo o simplemente suprimiéndolo del espacio común. Los marginados, claro, los perifericos, aha, los pobres weyes sin un clavo para comer ni donde caer muertos, no verán aqui el fin de su pena. Soy otro prángana más sin mucho lugar donde caer; a pesar del traje y la corbata, que si vendiera obtendría menos de lo que gano por traer encima. Lo único que cambió es el formato. Habrá que seguir comprobando hasta que punto de ésto dependen memoria, cotidianeidad y fantasía.

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