sábado, 3 de febrero de 2007

LA CIVILIZACION NO ES EL PAVIMENTO.



Eran como las cuatro de la madrugada y nosotros estábamos curándonos en monchis en un puesto de tortas de Av. Toluca. Cientos de burbujas de buen tamaño caían desde los carriles altos del periférico formando una cascada de pompas que atravesaban los pocos autos que cruzaban el túnel que pasa por debajo. Caminamos hasta ahi porque era lo único que estaba abierto a esa hora, a ello se debía la fama del puesto, buena y mala. Observábamos las burbujas caer desde arriba para desaparecer en el asfalto, o antes al contacto con algún auto que transitaba, algunas se mantenían flotando en el aire largo tiempo hasta que sin razón aparente explotaban desapareciendo sin dejar huella, mientras nuevas burbujas aparecían arriba y comenzaban a descender leeeentamente. Todo se debía a una cuadrilla de peones, que con ayuda de una pipa de la delegación estaba lavando con jabón las guarniciones del periférico. Eso provocaba que nosotros contempláramos, esa noche en plena calle, una de las más bellas ambientaciones urbanas que jamás se haya visto. Tratábamos de entender la satisfacción que a pesar del desvelo y la mala vida de aquellos días nos daba aquel ritmo casi de otro mundo, en eso se acercó al puesto un teporocho que por su apariencia no llevaba mucho tiempo de serlo; no era todavía un hombre café, sin embargo por su forma de hablar era evidente llevaba muchos pegues de más. El amigo trataba de hacer plática pero no le hacíamos caso, distraídos con aquella escenografía de burbujas gigantes, entonces soltó algunas preguntas difíciles de evadir y aquello fue demasiado; que si el amor esto o aquello, y nos mirábamos las carotas antes de poder responder, pero lo que sí nos hizo reaccionar fue que él mismo se contestaba cantando estrofas sueltas de distintas canciones, que si la amistad no se que, y viene la rima, porque además cantaba puras rimas el paisa; que si la juventud aquí y allá, y otra vez una rima diferente, total, era como si no tuviera ganas de oírnos responder, sino de cantar, de cantar netas echas rima, y eso fue lo que hizo hasta llegar al tema que por aquellos días nos hacía sufrir más que todos los demás: las novias que, cual pompas voladoras, se hacen las del humo. Entre tanto las burbujas caían, nos entregaban nuestras tortas con vetuasaberque y el compa se despedía con una canción de la que no pienso acordarme; tampoco quiso comer, quería rimar, estrechar nuestras manos y despedirse sintiéndose mejor por haber encontrado quien lo escuchara perplejo de su habilidad extraña para hablar cantando. Así aquella cena se hizo antológica, hasta la fecha admiro esa capacidad para decir solo dos o tres cosas y arrancarse para continuar en perfecta sintonía con estrofas de grandiosa armonía lírica. Lo que decía, a pesar de todo, era tan bueno como las burbujas y nos animó a seguir buscando en días siguientes aquello que en ese momento, como en otros tantos, creímos haber encontrado, ahi mismo entre el smog y el cochambre: una vida más habituada a la poesía.

No hay comentarios.: